sábado, 19 de julio de 2008

Los cínicos no sirven para este oficio (Sobre el buen periodismo) — Ryszard Kapuściński

Los cínicos no sirven para este oficio — Sobre el buen periodismo
Ryszard Kapuściński
Editorial Anagrama
Barcelona, 2002


Creo que para ejercer el periodismo,
ante todo, hay que ser un buen hombre,
o una buena mujer:
buenos seres humanos.
Ryszard Kapuściński

El epígrafe con el que he deseado comenzar esta reseña podría resumir lo que Kapuściński ha plasmado a lo largo de toda su obra: periodismo que tenga como objetivo final la visión del hombre mismo.
Kapuściński ha sido, antes que periodista, un observador del mundo, un observador que ha buscado mimetizarse con las realidades que le han tocado vivir. Kapuściński, desde sus inicios ha planteado la labor de reportero como un permanente cruce de fronteras, el saber ponerse al otro lado, el querer conocer y entender el mundo desde los ojos de otros y valorando elementos y comportamientos ajenos que para muchos podrían pasar desapercibidos.
Los cínicos no sirven para este oficio reúne el resultado de algunos conversatorios en los que se habló acerca de la labor del periodista. El primer conversatorio, aunque mejor sería decir que es una entrevista, es con la italiana Maria Nadotti; luego tenemos una entrevista con Andrea Semplici; y, para finalizar, un conversatorio con el escritor y poeta inglés John Berger.
Es digno de rescatar de esta obra el carácter informal y espontáneo con que se ha trabajado cada una de estas conversaciones, en las que sentimos a un Kapuściński cómodo, acucioso, con una visión clara de sus conceptos acerca de su trabajo y de su apreciación panóptica del mundo.
En estas conversaciones hay temas que no se podían dejar de lado ya que su obra ha girado en torno ellas: sus comienzos como periodista y la verdadera responsabilidad como tal, el Tercer Mundo, el siglo XX, la tecnología, África, Europa, los medios de comunicación…
Quizás rescatar las conversaciones que están en este libro, nos aproximan al Kapuściński más humano, el que, como para cerrar retomando el epígrafe, dice: «Si se es una buena persona, se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias».

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