domingo, 24 de agosto de 2008

La felicidad — Denis Robert

La felicidad
Denis Robert
Novela
Editorial Amat
Barcelona, 2004
250 páginas

Escribe: Juan Miguel Marthans B.


Es bueno —de vez en cuando— hacer experimentos con uno mismo; y eso fue lo que hice en un supermercado (en donde los libros puestos a la venta, por lo general, responden a los efectos de la “bestsellerización”): adquirí un libro del cual no sabía absolutamente nada, tan solo dejándome guiar por un texto de contratapa muy simple y a la vez efectivo, con claras palabras clave que solo tenían por finalidad llamar la atención.
La felicidad es un thriller erótico bastante ligero, en exceso minimalista, y con una carga sexual elevada que, con el pasar de las páginas, se va convirtiendo en una retahíla de escenas previsibles.
Denis Robert, periodista francés, nos narra una historia a dos voces: una femenina, que va en las páginas pares; y una voz masculina, que se intercala tomando posición en las impares. De esta forma Robert nos plantea una especie de ping pong en el que se va tejiendo la linealidad de la historia: dos amantes, ambos casados, que se zambullen en una tormentosa relación que gira en torno a su vida y experimentación sexual desmedida.
Este argumento muta desde juegos atrevidos, propios de la vida sexual de cualquier pareja, a tentativas y prácticas más arriesgadas, osadas, desenfadadas y “comunitarias” en donde la entrega llega a ser desbordante hasta llegar a manifestar ciertas psicopatológica, incluso llegando los personajes a confundir el amor con la entrega y la obediencia sin límites.
La estructura del libro, desprovista de imágenes, podría ayudar a que el lector cree su propio universo; pero quizá basar un libro únicamente en un tema tan poderoso, apabullante y descomunal como el sexo, y solo eso, termina por devorar cualquier elemento que pueda estar a nuestra disposición.
La felicidad es, indudablemente, una experiencia vertiginosa, pero que solo queda en una buena lectura erótica de entretenimiento que nos deja con el vacío de saber que la felicidad no es más que el disfrute personal, la sumatoria de buenos momentos.

martes, 12 de agosto de 2008

A puerta cerrada — Leyla Bartet

A puerta cerrada
Leyla Bartet
Editorial Peisa
Lima, 2007

Escribe: Margarita Saona


A puerta cerrada, el tercer libro de cuentos de Leyla Bartet, retoma una constante de su narrativa anterior: un título que nos tienta con lo que esquiva el conocimiento, lo que escapa a nuestro campo visual. Muchas veces nos engañamos pensando que la visión nos garantiza el saber, que los ojos no nos mienten y que por lo tanto dominamos, poseemos, aquello que podemos ver. Sus dos títulos previos, Ojos que no ven (Lima, 1997) y Me envolverán las sombras (Lima, 1998), jugaban tentándonos con lo que se nos oculta y A puerta cerrada parecería una continuación de ese tema con un énfasis esta vez en el secreto. Este título sugiere que algo ocurre tras esa puerta y que nos es vedado. Sugiere que la lectura nos permitirá atisbar en el secreto. Y, en efecto, los cuentos de A puerta cerrada están llenos de secretos y, en la mejor tradición cuentística, la que hereda de Poe, Quiroga y Cortázar, Bartet crea un suspenso en sus relatos que poco a poco nos va dejando ver los oscuros secretos que podrían acechar tras las puertas cerradas de nuestros vecinos o incluso, de nuestros propios y hondos deseos inconfesables.
Pero el título A puerta cerrada esconde otro título, “Puerta cerrada”, título de uno de los cuentos más significativos y terribles de la colección y que, según comunicación personal con la autora, ella sugirió como título para la antología. Cuando Leyla Bartet me comentó que su editor encontraba que Puerta cerrada era un título que podría crearles rechazo a los lectores, el contraste entre los dos títulos me resultó enormemente revelador: el segundo, el que prescinde de la preposición, es terminante como una lápida, nos arrincona, nos encierra, nos niega el paso. Nos asfixia. No se trata ya del coqueteo implícito en la invitación a vislumbrar el secreto. Nos da en la cara con su materialidad definitiva.
El cuento “Puerta cerrada” recrea el lento descenso que lleva del tedio cotidiano a un crimen final y a una partida sin retorno y nos deja, como lectores, divididos entre aquello que queda condenado tras la puerta y la liberación de alejarse de ella para siempre. Ese carácter definitivo y final marca muchos de los cuentos en los que el destino, trátese de la locura, la muerte o incluso el matrimonio, es una sentencia irrevocable.
Pero, como lo señalé más arriba, el título A puerta cerrada también es preciso, ya que ese destino está casi siempre hecho de secretos inconfesables, de aquellas marcas que se esconden en el pasado de los héroes de tragedia, y que la cuidadosa prosa de Bartet va dejando asomar para sacudirnos con la compasión y el espanto de reconocernos en la humanidad de sus personajes cargados de horror. Puerta cerrada a puerta cerrada, los cuentos de Bartet nos confrontan al destino inescapable por la vía de los secretos que nos tientan desde sus páginas.