martes, 12 de agosto de 2008

A puerta cerrada — Leyla Bartet

A puerta cerrada
Leyla Bartet
Editorial Peisa
Lima, 2007

Escribe: Margarita Saona


A puerta cerrada, el tercer libro de cuentos de Leyla Bartet, retoma una constante de su narrativa anterior: un título que nos tienta con lo que esquiva el conocimiento, lo que escapa a nuestro campo visual. Muchas veces nos engañamos pensando que la visión nos garantiza el saber, que los ojos no nos mienten y que por lo tanto dominamos, poseemos, aquello que podemos ver. Sus dos títulos previos, Ojos que no ven (Lima, 1997) y Me envolverán las sombras (Lima, 1998), jugaban tentándonos con lo que se nos oculta y A puerta cerrada parecería una continuación de ese tema con un énfasis esta vez en el secreto. Este título sugiere que algo ocurre tras esa puerta y que nos es vedado. Sugiere que la lectura nos permitirá atisbar en el secreto. Y, en efecto, los cuentos de A puerta cerrada están llenos de secretos y, en la mejor tradición cuentística, la que hereda de Poe, Quiroga y Cortázar, Bartet crea un suspenso en sus relatos que poco a poco nos va dejando ver los oscuros secretos que podrían acechar tras las puertas cerradas de nuestros vecinos o incluso, de nuestros propios y hondos deseos inconfesables.
Pero el título A puerta cerrada esconde otro título, “Puerta cerrada”, título de uno de los cuentos más significativos y terribles de la colección y que, según comunicación personal con la autora, ella sugirió como título para la antología. Cuando Leyla Bartet me comentó que su editor encontraba que Puerta cerrada era un título que podría crearles rechazo a los lectores, el contraste entre los dos títulos me resultó enormemente revelador: el segundo, el que prescinde de la preposición, es terminante como una lápida, nos arrincona, nos encierra, nos niega el paso. Nos asfixia. No se trata ya del coqueteo implícito en la invitación a vislumbrar el secreto. Nos da en la cara con su materialidad definitiva.
El cuento “Puerta cerrada” recrea el lento descenso que lleva del tedio cotidiano a un crimen final y a una partida sin retorno y nos deja, como lectores, divididos entre aquello que queda condenado tras la puerta y la liberación de alejarse de ella para siempre. Ese carácter definitivo y final marca muchos de los cuentos en los que el destino, trátese de la locura, la muerte o incluso el matrimonio, es una sentencia irrevocable.
Pero, como lo señalé más arriba, el título A puerta cerrada también es preciso, ya que ese destino está casi siempre hecho de secretos inconfesables, de aquellas marcas que se esconden en el pasado de los héroes de tragedia, y que la cuidadosa prosa de Bartet va dejando asomar para sacudirnos con la compasión y el espanto de reconocernos en la humanidad de sus personajes cargados de horror. Puerta cerrada a puerta cerrada, los cuentos de Bartet nos confrontan al destino inescapable por la vía de los secretos que nos tientan desde sus páginas.

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